El compás en los palos libres: cómo interpretarlo

El compás en los palos libres: cómo interpretarlo

¿Qué significa “palo libre”?

En el flamenco, muchos palos (o estilos) se estructuran sobre patrones rítmicos claramente definidos conocidos como compases. Sin embargo, existen palos denominados “libres” que, a primera vista, parecen carecer de ritmo. ¿Significa esto que no tienen compás? La respuesta breve es: no. Los palos llamados “libres” no son una ausencia de compás, sino una interpretación donde el ritmo no está marcado por una regularidad métrica fija, como en los bailes festivos o los estilos de compás binario o ternario. El compás está presente, pero de otra manera: flexible, elástico y profundamente conectado con la expresividad del intérprete.

Entre los palos considerados libres encontramos, entre otros, la toná, la seguiriya (aunque no siempre), la malagueña, la taranta, la granaína, y ciertos cantes por fandango. Este grupo de estilos ha evolucionado históricamente como expresiones del cante más íntimo. Su raíz está ligada a formas primitivas del flamenco donde la palabra y el sentimiento prevalecen sobre la marcación métrica.

¿Dónde está entonces el compás?

Muchos aprendices se bloquean al intentar encontrar el compás en un palo libre como la granaína o la taranta. El problema reside en querer aplicar una estructura métrica convencional a un estilo que funciona más por pulsaciones internas y por frases musicales. En lugar de un patrón golpeado (como en las bulerías), el compás de los palos libres se manifiesta a través de:

  • la duración de las frases melódicas,
  • los acentos naturales del cante,
  • la respiración del cantaor o cantaora,
  • y, en el caso de acompañamiento, por las cadencias armónicas de la guitarra.

En palabras del guitarrista Juan Ramón Caro: “En los cantes libres no estás marcando un compás regular, pero sí estás construyendo una arquitectura rítmica que sostiene todo el discurso. No puedes tocar al azar. Necesitas entender cuándo respira el cante, hacia dónde va la frase.”

El papel de la guitarra: más que acompañar

El guitarrista en los palos libres no es simplemente un acompañante; es un arquitecto de tiempos y emociones. Mientras que en los estilos de compás fijo su labor incluye seguir un patrón concreto (por ejemplo, el ciclo de 12 tiempos en la soleá), en los palos libres su responsabilidad está en sostener el aire, realzar el cante sin invadirlo, y anticipar sus giros melódicos.

Como ejemplo, en la malagueña de la Trini, el cantaor puede comenzar con una sección sin acompañamiento y luego introducir el remate con una marcada cadencia andaluza en la guitarra (por ejemplo: La menor – Sol7 – Do – Mi7). Esta secuencia se convierte en un “anclaje” que da referencia al oyente y mantiene la coherencia melódica y emocional del cante.

Así, aunque no haya palmas ni marcajes de compás, el compás sigue funcionando como una estructura implícita que organiza la música.

El cante y su respiración como guía

Una forma práctica de empezar a comprender el compás en los palos libres es escuchar atentamente la respiración del cantaor. No solo en el sentido físico del aire, sino en la manera en que “respira” la música: cuándo se lanza a una frase, cuándo la sostiene, cuándo la remata.

Por ejemplo, en una taranta, solemos encontrar una introducción lenta donde el cantaor establece el modo, seguida de frases largas que terminan en remates o caxas. Estos remates, aunque sin tempo regular, suelen caer dentro de un proceso de tensión y resolución que se puede prever con la escucha. Aquí está el germen del compás: en la manera cíclica con la que se construyen estas frases.

El cantaor José de la Tomasa explicaba en una entrevista: “El secreto está en saber cuándo hay que entrar y cuándo hay que dejar sonar. Cada taranta tiene su aire, y si te pasas o te adelantas, lo matas. No va sin compás, va con otro compás.”

Los acentos emocionales: compás desde la intención

En la práctica flamenca, especialmente en contextos libres, el compás puede emerger no desde una métrica interna, sino desde la intención expresiva. Esa intención se traduce en acentos que el cantaor o el guitarrista colocan estratégicamente, generando una sensación de ritmo interno.

Estos acentos pueden ser suaves énfasis en determinadas palabras del cante, inflexiones melódicas que guían al oyente, o incluso silencios calculados que, al igual que en el jazz o en la música tradicional japonesa, se convierten en parte del discurso musical. El silencio aquí, lejos de ser una pausa carente de contenido, es un elemento activo en la construcción del compás expresivo.

De esta forma, el compás en los palos libres no se mide; se siente.

¿Cómo se trabaja esto en la práctica?

Para los intérpretes, sobre todo guitarristas y cantaores en formación, abordar los palos libres requiere desarrollar una escucha interna y trabajar ciertas habilidades específicas:

  • Escuchar grabaciones de cantaores considerados referentes en estilos libres (Aurelio Sellés, Enrique Morente, La Niña de los Peines, entre otros).
  • Aprender las frases melódicas fundamentales de cada palo libre.
  • Practicar remates y falsetas que respeten la estructura armónica sin imponer una rigidez rítmica.
  • Grabar ensayos para analizar la interacción entre voz y guitarra.

Un ejercicio útil para guitarristas es tocar una introducción libre (por ejemplo, en granaína) sin metrónomo, pero manteniendo una coherencia interna en la dinámica, el fraseo y los silencios. Posteriormente, intentar tocar esa misma introducción una segunda vez con idéntica estructura. Si no se puede reproducir con precisión, es probable que faltara un sentido rítmico interno, aunque no haya compás marcado en tiempos regulares.

Palos libres en el baile: ¿es posible?

Si bien estos palos están tradicionalmente asociados al cante solista o acompañado por guitarra, también existen versiones bailadas. No obstante, el abordaje es completamente distinto al de palos como la bulería o la alegrías.

Un ejemplo interesante es Carmen Amaya, quien incorporaba fragmentos de taranta en sus coreografías. Estos momentos no buscaban marcar el compás con zapateado, sino enfatizar la expressividad y dramatismo del cuerpo. El compás se trasladaba entonces de los pies al gesto corporal, al uso del espacio y al diálogo con la guitarra.

Lo que nos muestra esta práctica es que el compás en los palos libres no está necesariamente en los números, sino en las dinámicas: la tensión y relajación, los silencios, la respiración, los acentos… En definitiva, una arquitectura que sostiene el arte sin exigir fórmulas cerradas.

El equilibrio entre libertad y estructura

Decir que un palo es “libre” no significa que todo está permitido. La libertad en estos estilos se construye a partir de una tradición de estructuras invisibles, profunda escucha y respeto por el cante. Quien domina el compás libre sabe cuándo estirar una frase y cuándo rematar; cuándo el silencio es expresivo y cuándo es olvido.

José María Velázquez-Gaztelu, gran cronista del flamenco, lo expresó con precisión: “El cante flamenco libre no es caótico. Es, como los juncos, flexible pero firme. Se mueve con el aire, pero no se quiebra.”

Comprender el compás en los palos libres no es contar hasta cuatro, sino aprender a escuchar los latidos internos del cante y, poco a poco, interiorizar un lenguaje oculto que da coherencia a lo que parece inabarcable. Y es precisamente en esa tensión entre libertad y estructura donde el flamenco alcanza su máxima profundidad.