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La evolución del compás en el flamenco moderno

La evolución del compás en el flamenco moderno

La evolución del compás en el flamenco moderno

El compás como cimiento del flamenco

Hablar de flamenco es, necesariamente, hablar de compás. Este elemento no es solo una pauta rítmica o un esquema métrico: es el esqueleto sobre el que se construye toda la expresividad del arte jondo. Desde los palos más festivos hasta los más solemnes, el compás determina el carácter, la tensión y la dinámica de cada interpretación. Pero ¿qué ha ocurrido con ese compás en el flamenco moderno? ¿Sigue siendo reconocible o ha cambiado su esencia?

Antes de responder, es importante entender que el compás flamenco no ha sido nunca rígido. Tradicionalmente, ha convivido con una cierta elasticidad interpretativa, especialmente en el cante libre (como en la malagueña o la granaína). No obstante, el desarrollo técnico y la apertura del flamenco a nuevos espacios y públicos han llevado al compás a vivir una transformación notable, tanto en su ejecución como en su conceptualización.

Del compás oral al compás sistematizado

En los orígenes del flamenco, el aprendizaje del compás era eminentemente oral. Se transmitía de generación en generación en ambientes familiares o locales, y se asentaba en la repetición, la escucha y el cuerpo. No existía notación escrita, ni metrónomo: el compás era algo que se “sentía” en el cuerpo antes que se analizaba con la mente.

Con la profesionalización del flamenco, especialmente a partir de los años 70 y 80, surge una necesidad creciente de sistematizar el aprendizaje. Se introducen métodos de enseñanza más académicos, y se consolidan formas más concretas del compás mediante palmas pedagógicas, ciclos de doce tiempos claramente marcados (como en la soleá o la bulería), o subdivisiones precisas en amalgama rítmica (como ocurre en el compás de seguiriya).

El guitarrista Gerardo Núñez señalaba en una entrevista de 1995: “Lo importante no es clavar el compás de manera matemática, sino entender cuándo se puede ‘estirar’ o ‘encoger’ sin perder la tensión interna”. Esta tensión interna es precisamente lo que muchos artistas han comenzado a explorar de formas innovadoras.

La influencia del jazz y del flamenco fusión

Uno de los factores clave en la evolución del compás ha sido el encuentro del flamenco con otras músicas, especialmente el jazz. La libertad rítmica del jazz y su énfasis en la improvisación han influido considerablemente en artistas como Jorge Pardo, Carles Benavent y, más recientemente, Marco Mezquida o Rosario “La Tremendita”.

En este contexto híbrido, el compás ha dejado, en ocasiones, de ser un mero referente externo para convertirse en una zona de juego interno. Se producen modulaciones rítmicas, variaciones asimétricas, cambios de acento que descolocan al oyente desprevenido pero que respetan una coherencia interna.

Un buen ejemplo de esta evolución lo encontramos en el trabajo de Rafael Riqueni. En su álbum Parque de María Luisa (2017), reinterpretó formas tradicionales desde un enfoque orquestal, introduciendo quebradas métricas sutiles que exigían al oyente una atención renovada. Sin abandonar el compás, lo camuflaba entre melodías de apariencia libre.

El papel de los percusionistas flamencos

Otro actor fundamental en esta transformación ha sido la percusión. La irrupción del cajón en el flamenco, iniciada por Paco de Lucía tras su viaje a Perú en los años 70, cambió radicalmente la manera de comprender y acompañar el compás. Hoy en día, percusionistas como Paquito González, Bandolero o Agustín Diassera exploran posibilidades tímbricas y rítmicas que amplían las fronteras tradicionales.

Contratiempos, silencios estratégicos, polirritmias, estructuras cíclicas que juegan con el desplazamiento: todo forma parte del nuevo lenguaje del compás moderno. Estos recursos no rompen con la tradición; la reconfiguran desde dentro.

Un detalle interesante: muchos percusionistas trabajan hoy día con metrónomos subdivididos o softwares de grabación que les permiten descomponer el compás en capas. Esta fragmentación técnica da lugar a nuevas formas de complementar el cante y el toque, permitiendo que el compás respire sin perder su pulso.

Compás y baile: sincronía en evolución

En el ámbito del baile, esta evolución del compás se ha hecho evidente en el auge de propuestas coreográficas donde el cuerpo explora otras dinámicas temporales. Bailaores como Israel Galván, Rocío Molina o Andrés Marín han desafiado la concepción clásica del compás, descomponiéndolo no sólo rítmicamente, sino también gestualmente.

Estos artistas establecen un diálogo con el compás que a veces parece romperse, pero que en realidad se sostiene sobre una comprensión profunda de su estructura. En palabras de Rocío Molina: “Si no hay un compás interno, no se puede romper nada con sentido”.

La improvisación también ha cobrado un valor renovado. Muchos bailaores actuales trabajan con músicos en directo en códigos no verbales que requieren una mutua confianza. Esta libertad compartida redefine continuamente los límites del compás, sin abandonarlos.

El compás en la didáctica actual

Con el auge de las escuelas de flamenco y plataformas digitales, el aprendizaje del compás se ha democratizado, pero también ha exigido una mayor claridad conceptual. Hoy es común encontrar vídeos tutoriares, aplicaciones móviles de palmas o métricas interactivas que permiten practicar ciclos con distintos niveles de dificultad.

Entre las herramientas didácticas más empleadas destacan:

Este acceso más técnico y ordenado al compás ha permitido a muchos aficionados y estudiantes acercarse al flamenco desde fuera de Andalucía, generando nuevas formas de interpretación que respetan la tradición sin depender exclusivamente de la transmisión oral.

¿Hacia dónde se mueve el compás flamenco?

Frente al temor de que el compás “se pierda”, los hechos sugieren una realidad distinta: el compás no ha desaparecido, pero ha mutado, ampliando su paleta expresiva. Desde los tablaos de barrio hasta los auditorios internacionales, la pulsación flamenca sigue viva, aunque hable con acentos diversos.

Lo que sí ha cambiado es la percepción del oyente: ya no se espera que el compás sea inmutable, sino que tenga capacidad de sorpresa. Y en esa sorpresa, el flamenco mantiene su vitalidad. Como decía Antonio Mairena: “El compás no está en las manos. Está en el alma. Si no, no arde.”

El futuro del compás flamenco parece ir de la mano de una doble conciencia: por un lado, el respeto a los códigos rítmicos heredados; por otro, la libertad para explorar nuevas texturas y acentos. Para artistas y aficionados, comprender esta evolución es clave para seguir disfrutando del flamenco como un arte vivo, cambiante y profundamente anclado en su ritmo esencial.

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