Rosalía y la fusión del flamenco con lo urbano

Rosalía y la fusión del flamenco con lo urbano

Rosalía: entre el cante jondo y los sintetizadores

En la última década, pocos nombres han suscitado tanto debate en el mundo del flamenco como el de Rosalía. Desde su aparición en la escena pública, esta artista catalana ha generado opiniones encontradas: para unos, representa una evolución legítima; para otros, una desvirtuación del legado. ¿Pero qué hay realmente detrás de esta fusión entre el flamenco y los sonidos urbanos? En este artículo nos proponemos analizar de forma documentada y clara la trayectoria de Rosalía en relación con el flamenco, observando sus influencias, decisiones artísticas y el impacto de su obra en la cultura flamenca contemporánea.

De l’escola al foco global: formación y primeros pasos

Rosalía Vila Tobella se formó en la Escola Superior de Música de Catalunya, donde estudió flamenco de manera formal. Su proyecto final de carrera, supervisado por el cantaor Chiqui de La Línea, fue un análisis estilístico y musical del cante flamenco, centrado en la figura y el repertorio de La Niña de los Peines. Este dato, menos conocido por el gran público, refuerza la idea de que su conocimiento del flamenco no es superficial ni improvisado.

En una entrevista concedida a Los Ángeles Times en 2019, Rosalía afirmaba: “El flamenco es una música sagrada. No se puede tocar si no lo respetas. Yo lo estudié durante años antes de empezar a incorporarlo en mi música”. Este respeto inicial se materializó en su primer disco, Los Ángeles (2017), producido junto al guitarrista Raül Refree. En este trabajo, destaca la austeridad en los arreglos y una clara apuesta por acercarse al palo tradicional desde una estética contemporánea pero contenida.

“El Mal Querer”: flamenco, samplers y estética urbana

El punto de inflexión llegó un año después con el lanzamiento de El Mal Querer (2018), un proyecto conceptual basado en la novela del siglo XIII Flamenca. En este álbum, Rosalía entrelaza estructuras flamencas —como el martinete, la bulería o la soleá— con una producción marcada por ritmos trap, arreglos electrónicos y bases de reguetón.

En temas como “Malamente” o “Pienso en tu mirá”, escuchamos claramente los jaleos, palmas a compás e incluso campanillas propias de saetas, pero tamizados por una estética sonora totalmente distinta. A muchos aficionados tradicionales les resultó provocadora esta amalgama, pero el álbum fue un éxito rotundo, galardonado con un Grammy Latino y considerado por publicaciones internacionales como uno de los discos más influyentes de la década.

El productor Pablo Díaz-Reixa, conocido como El Guincho, explicaba en un podcast para Red Bull Music Academy: “Nos propusimos no hacer flamenco en el sentido ortodoxo, sino usar el lenguaje del flamenco como una herramienta narrativa y sonora que dialogara con el presente.” Aquí radica uno de los elementos distintivos del disco: su uso del flamenco no como género cerrado, sino como código expresivo.

¿Innovación o apropiación? Un debate recurrente

La irrupción de Rosalía en los grandes escenarios internacionales trajo un renovado interés por el flamenco. Sin embargo, también reavivó discusiones sobre la apropiación cultural, especialmente en relación con la ausencia de raíces gitanas o andaluzas en su biografía. Figuras como Rocío Márquez han defendido la necesidad de contextualizar este debate, afirmando que “el flamenco ha sido siempre mestizo y permeable, pero exige conocimiento y respeto por sus raíces”.

Algunos críticos destacaron el uso de simbología flamenca o andaluza como mero adorno visual (trajes de volantes, peinetas, abanicos) en videoclips y presentaciones, lo que reforzó la percepción para algunos sectores de una ‘folclorización pop’ del flamenco. No obstante, otros artistas, como Niño de Elche, han defendido las propuestas híbridas como vías necesarias para la evolución del género.

Experimentación, visibilidad y contradicciones

Con Motomami (2022), Rosalía se alejaba aún más del flamenco, incorporando sonidos del dembow, el bachata dominicana o el hyperpop. No obstante, mantenía en algunos temas ecos armónicos o melismas vocales de tradición flamenca. En una entrevista con RTVE, la cantante confesó: “No es un disco flamenco, pero el flamenco sigue estando en mi voz y en mi forma de interpretar”.

Este disco abrió un campo más amplio para observar cómo el flamenco, como código expresivo, podía integrar modulaciones vocales incluso en contextos completamente alejados del compás tradicional. Sin embargo, es en los directos donde Rosalía retoma elementos más explícitos del flamenco: silencios bien medidos, conexión emocional con las letras, utilización de palmas sordas para marcar el tiempo.

Podríamos decir que su propuesta realiza un movimiento pendular entre el homenaje y la ruptura, entre el respeto a las formas tradicionales y el deseo de innovar radicalmente. Y esta tensión, lejos de anularla, parece nutrir su discurso artístico.

Repercusiones en la escena flamenca actual

Más allá de los debates estéticos, el impacto de Rosalía ha sido palpable en una generación joven que se ha acercado al flamenco a través de sus canciones. En las escuelas de música andaluzas como la de Cristina Heeren o en plataformas como TikTok, se evidencia un aumento de interés por el cante, el compás o incluso la historia del flamenco.

Artistas como María José Llergo, La Zowi o Dellafuente han desarrollado sus propias versiones de esta fusión, con guiños al cante, el rap o la electrónica. Incluso artistas de trayectoria más ortodoxa, como Israel Fernández, han comenzado a colaborar con productores contemporáneos o a experimentar con nuevas formas escénicas.

Esto invita a reflexionar: ¿vemos en Rosalía una figura que desvirtúa el flamenco o una que lo revitaliza desde otras coordenadas culturales? Como dijo el investigador Faustino Núñez en una mesa redonda en 2021: “El flamenco no está en peligro por la fusión; está en peligro cuando se convierte en una pieza de museo.”

Entre tradición y renovación: posibles aprendizajes

Más allá de gustos personales o afinidades estilísticas, el caso de Rosalía plantea preguntas esenciales para el futuro del flamenco. Entre ellas, la posibilidad de convivir entre la raíz y la ruptura, y la necesidad de formar a nuevos públicos desde una base sólida.

Al observar su obra desde una mirada crítica, surgen algunos hechos relevantes:

  • La formación académica en flamenco sigue siendo fuente de creatividad, más allá de los circuitos tradicionales.
  • La globalización de las músicas urbanas ha creado una nueva gramática sonora donde el flamenco puede tener cabida.
  • El debate sobre la legitimidad o la pureza, aunque necesario, no debe ocultar la realidad del cambio cultural y tecnológico que vive la música en general.

¿Es posible que en el futuro veamos más artistas trabajando desde esa intersección entre lo popular y lo académico, entre la herencia y la innovación? Todo parece indicar que sí. Y en ese camino, la figura de Rosalía, con todas sus contradicciones, errores y aciertos, seguirá generando conversación, inspiración y análisis crítico entre aficionados, artistas y estudiosos del flamenco.